PORNO!!!!!!!



Por más que traté no pude evitarlo: en cuanto terminamos de cojer, me metí dos dedos en el vientre, miré algo que parecía ser una tripa mía ensangrentada y apagué el cigarrillo entre la sangre que se volvía negra, coagulada y apestosa. Ella rió.
-¡No seas masoquista!
Se agachó, desnuda y con el dildo plateado aun dentro de su vagina humedisima, sosteniendolo con su mano izquierda. Sus ojos de color miel brillaron observando mi pene, de nuevo erecto. Yo sonreí también. Me sorprendí pensando en lo feliz que me sentía sabiendome deseado, complacido, querido, apropiado de alguien... pensamientos de colegiala cojida por primera vez y con eyaculación precoz de su respectivo pene en turno. La miré de nuevo, miré su pubis sin vello alguno, como si fuera el de una niña de diez años, con un pedazo de metal insertado entre sus piernas después de un accidente automovilistico. Solo hacía falta la sangre saliendo a borbotones y goteando en la parte anterior de sus rodillas.
Lamió mi herida. Yo no sentía nada en esa zona de mi cuerpo gracias a lo que ella me había inyectado, un liquido transparente que provenía de un recipiente pequeño y sellado. Algún químico, alguna droga, no lo sé. No me importaba a final de cuentas, porque ella estaba ahí conmigo, en ese motel inundado por estertores indecibles y aceites corporales impregnados en cada sabana, en cada cabello de las mujeres que ahí acudían, en cada botón de el control remoto de la televisión programa con 6 canales de distintos tipos de pornografía.
Tomó el tubo de lubricante vaginal, abrió un poco las piernas y usando su mano derecha restregó el aceite en su culo rosado, apretado, delicioso. Creo que se metio el tubito por el orificio un poco y derramó el liquido en si misma. Yo latía fuertemente. Estaba muy excitado. Todo yo latía.
-¿Se la has metido a alguien por el culo?
Se agachó de nuevo, y me mordió levemente la verga mientras yo observaba sus nalgas en el espejo. Luego, tirando a la alfombra el lubricante, tomó su bisturí, que estaba a mi lado, junto a mi vientre. Mi orificio urinario sangró. Ella, con sus dos manos y el dildo aun metido entre las piernas, baño mi pene en lubricante y sangre aceitosa, brillante.
Se trepó a la cama, dio con gracia una voltereta y me dio la espalda. Y todos sus orificios penetrables. Se sentó en mi verga convulsionada y ansiosa, sentí como su culo me asfixiaba el miembro y abría mas la herida, que se deslizaba en ella, entre el aceite que había derramado en sus bajas paredes intestinales. Cojimos frenéticamente en esa posición una y otra vez. El aceite acumulado en ella hacía que todo se delizara perfectamente de arriba abajo, pero brotaba con mi sangre, cubriendo su orificio y zonas circundantes tanto por fuera como dentro de ella. El consolador plateado era hábilmente manipulado usando solo tres de sus dedos. Lloró. Pude escuchar que lloraba entre los gritos y los gemidos que aumentaban en intensidad e irregularidad. Se corrió una, dos, tres veces, y luego yo eyaculé. En ella.
Se sentó, conmigo dentro y sin voltear a mirarme.
-¿Cómo estás?
No pude responderle.
Lentamente vi mi pene aparecer de nuevo entre sangre, cuando ella se levantó. Sacó el dildo de su vagina, sonrio y...