La miró directamente, observando cada una de las irregularidades cromaticas que inundaban el iris de sus ojos y se buscó reflejado por sus pensamientos, pero no supo interpretarlos.
Dieron unos cuantos pasos, entre arboles de colores ocres, pero brillantes.
Llegaron al puerto. Él subió primero, aparentando audacia, pero tratando de ser cauteloso, al barco de cerámica con forma de nave espacial. Le tendió la mano a ella, tratando de ayudarla a subir, aunque en realidad no era necesario.


El mar era de lima.
La tarde de vainilla
y a lo lejos olió a birria.
Y a tinta
Y a pintura
Y a thinner.

Rico.

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