Las preguntas son puertas que se abren hacia ambos lados.
Y entonces las mentes se cruzan. Las almas. Los sentimientos. Y mutuamente, interrogador y cuestionado, muestran un poco de sus vulnerabilidades. Quiza aún más el que cuestiona que el que responde.
Rebobinado de la película. Rewind. Escena anterior al hilo de pensamiento.
-¿Por eso es que no preguntas nada? ¿No te da curiosidad nada de mi? ¿No hay algo que quisieras saber?
-No, ¿Para que? Lo que quieras contarme me lo contarás...
Para entonces, él, quien cuestionaba dentro del auto estacionado, desde el asiento del conductor, a su, bajo esa luz, preciosa Satín rouge, ya había mostrado de nuevo, y fiel a su costumbre, su vulnerabilidad, su seguridad burda y endeble, haciendo de sus preguntas un muestrario de miedos enterrados.
Solo entonces se darían cuenta de que ambos estaban siendo parte de un escenario que no habían conocido antes, en el que las preguntas hechas desnudaban el alma del inquisidor. Sus miedos. Sus miedos era lo que asomaba tras las consideradas entonaciones de interrogación. Las preguntas de las inseguridades.
Por fin. El fue quien decidió callar el silencio, las preguntas y la duda con un solo beso que disipó la tensión del momento. Tenía miedo de seguir preguntando acerca de porque ella no preguntaba. Y tenía miedo de hablar de más. No a todas las mujeres les cae bien saber que les han ocultado algo que las va matar todo ese tiempo.
Y entonces las mentes se cruzan. Las almas. Los sentimientos. Y mutuamente, interrogador y cuestionado, muestran un poco de sus vulnerabilidades. Quiza aún más el que cuestiona que el que responde.
Rebobinado de la película. Rewind. Escena anterior al hilo de pensamiento.
-¿Por eso es que no preguntas nada? ¿No te da curiosidad nada de mi? ¿No hay algo que quisieras saber?
-No, ¿Para que? Lo que quieras contarme me lo contarás...
Para entonces, él, quien cuestionaba dentro del auto estacionado, desde el asiento del conductor, a su, bajo esa luz, preciosa Satín rouge, ya había mostrado de nuevo, y fiel a su costumbre, su vulnerabilidad, su seguridad burda y endeble, haciendo de sus preguntas un muestrario de miedos enterrados.
Solo entonces se darían cuenta de que ambos estaban siendo parte de un escenario que no habían conocido antes, en el que las preguntas hechas desnudaban el alma del inquisidor. Sus miedos. Sus miedos era lo que asomaba tras las consideradas entonaciones de interrogación. Las preguntas de las inseguridades.
Por fin. El fue quien decidió callar el silencio, las preguntas y la duda con un solo beso que disipó la tensión del momento. Tenía miedo de seguir preguntando acerca de porque ella no preguntaba. Y tenía miedo de hablar de más. No a todas las mujeres les cae bien saber que les han ocultado algo que las va matar todo ese tiempo.
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