PORNO II



El niño pateó la piedra que estaba sobre el asfalto lo más lejos que pudo, sin descuidar la paloma que llevaba en la mano. La pobre todavía se movía, como todas las aves que reciben un golpe violento o les es cortada la cabeza de tajo, y sangraba entre las plumas llenas de mugre de apariencia pastosa. Los ojos muy abiertos, de color café, no reflejaban un carajo, puesto que no se trataba de un ave de pelicula de disney para que se le humedecieran los ojos en un close up donde se demostrara el sufrimiento que realmente podía sentir. La paloma se estaba muriendo, esa era la verdad, y el dolor era mayor al que se puede reflejar en cualquier ficción, por más expresiva y sentimental que sea. Este dolor era real, orgánico, sucio e irremediable, y nada tenía de digno. El niño caminaba por la calle con el ave tomada del extremo de un ala visiblemente rota, y de vez en cuando, él levantaba el brazo y lo tiraba un poco hacia atrás para tener impulso. La paloma caía, aún, tecnicamente viva, sobre el asfalto caliente. Claro que el niño nunca logró lanzar la paloma lo suficientemente lejos, hacia el sol que se ocultaba ya en el horizonte. El niño tampoco reflexionó nada, ni se puso a cabilar sobre sus acciones. Se podrían decir decenas de cosas, jugar a la moraleja. Dos puntos: imaginación descontextualizada. Sadismo enfermo.
Se pueden rellenar los espacios en blanco y formular una conclusión práctica, social y analítica al respecto, pero no hay caso. Como sea, seguramente habrá en determinado momento algún cabrón enfermo masturbandose al leer esto tan falto de estimulaciones sexuales como cada quien lo quiera ver.






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