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Maniobra evasiva


¿Alguien se ha dado cuenta de lo lindos que se pueden ver los pies bien mirados desde arriba? Pequeños, con los dedos delicados moviéndose y yéndose, dejando atrás las pequeñas uñas esmaltadas y brillantes, para luego venir la simetría de los dedos espejo de los primeros que, pequeños y preparándose para hacer contacto con la tierra, se mueven hasta que todos son apoyados uno a uno. Y luego desaparecen de su vista, quedándose atrás, pero un (otro) pie delicado, nuevo, aparece...

Ella sí se dio cuenta, un día, mientras caminaba en una parte de planicie de aquel bosque que está al suroeste de la ciudad, dando pasos discretamente coreográficos, con los pies desnudos, pisando el pasto verde y delgado. Despertó y se sentía contenta y relajada, a pesar del frío húmedo que hacía y de las gotas de agua que se le habían metido por toda la ropa, encontrando durante la madrugada, mientras ella dormía, los pequeños orificios secretos de la tela, para por ahí, como espías infiltrarse hasta, furtivos y mojados, extenderse por la piel, haciéndole cariños fríos, para que despertara.
Sintió un escalofrío sutil recorriéndole su costado derecho y abrió los ojos. Todo era de un azul intenso a su alrededor, y detrás de ese azul, el blanco brillante que se aparece por las mañanas frescas a veces, el que se aparece en mañanas como la de ese día. Dejó de abrazar al bulto que estaba a su lado, no importándole que o quien era, y solo tomó la sudadera vieja que encontró a sus espaldas y esos lentes oscuros de un color turquesa degradado que eran demasiado grandes para su cara, para su nariz. Nos dejó a sus zapatos y a mi tirados ahí en el suelo, mientras ella caminaba mirando hacia sus pies, sin notar el contraste del verde que invadía la mitad del paisaje y ese azul/blanco que dominaba la parte superior del horizonte, sin que le importara en lo absoluto. Y la verdad es que no había por que.

Nunca supe mucho acerca de la noche anterior, y así fue como ella y yo, sin hablarlo, decidimos mantenerlo. Como el cielo. Podría haber sido el pedazo de mundo mas hermoso jamás visto, podría haber estado adornado sutilmente con nubes pintadas por Lichtenstein, que a ella tanto le gustaba, pero en realidad nada de eso importaba, no para ella, ni para mi, que solo me roté por la mañana y la vi, lejos, vestida de colores, dando pasos cuidadosos sobre esa gran cuerda floja en la cual ella, por el solo hecho de caminar de esa manera, se convertía en la mas linda equilibrista vista nunca. Ella, artista neófita en el paseo sobre la el hilo inexistente, miraba hacia abajo, no importándole el vértigo de ese verde contrastado con el barniz de los pies. A cada paso, el vértigo se incrementaba muy delicadamente, y ella sonreía cuando la alcancé. No me atreví a sacarle de su ensueño. Se veía linda, mucho, y quise entender que pasaba por su mente en esos momentos. Caminé rodeándola, quizá mas feliz yo que ella, y saqué mi reflex análoga para fotografiarla a ella mientras levantaba las manos y caminaba, guardando el equilibrio, cuidando de no caerse a esa inmensidad estupidamente verde que la rodeaba, administrando su propia sensación de vértigo. Después de apretar el botón por once ocasiones, me sentí ridículo, la verdad es que a esa altura no sabía mucho de ella mas que asuntos basiquisimos que se saben mas por cortesía que por interés. Pero me sorprendí a mi mismo asqueado. Me pareció todo estupidamente cursi. Mis piernas y mi mente no respondieron mas y caí sentado en el pasto, con el cabello en la cara, ensuciando la visión azul, verde, blanca, húmeda, fría, rosa, desnuda, esmaltada, blanca y pequeña que se formaba como un collage en mi cabeza, en el que predominaban, moviéndose, los pies de ella.

-Tómalos-

Me quedé callado, extrañado, mirándola. Había creído yo que Diana estaba demasiado arriba en el trip para hablar.
Tomé los lentes.

-Con ellos puedes ver todo en 3D-
-¿Que no la realidad está ya en 3D?-

Recordé que ese era el dialogo de una película que aún no se estrenaba, y ella solo me contestó con una sonrisa que decía susurrando a mis ojos "eres un lindo estupido" y se dio la vuelta, dejándome ahí sentado. Aún así me puse los lentes grandes y oscuros, y con ellos puestos extendí mis pies y miré. Me di cuenta que traía puestos los converse negros. No había reparado en ellos en ningún momento durante el tiempo que llevaba despierto. No tenía porque haberlo hecho.

-Diana...-

Seguía yo mirando a mis converse negros. Completamente negros.

-¿Que?-
-Préstame tus pies-

Y me quedé con ellos un buen rato, jugando, mientras ella jugaba también con el ipod que había sacado de quien sabe donde.

Hablamos muy poco ese día, porque ambos así lo quisimos. Quizá ella sepa perfectamente lo que sucedió durante la noche en su departamento, cuando nos encontramos en la fiesta, pero yo no. Auto sugestión, que le llaman. Unas horas después, encontramos mi auto estacionado relativamente cerca del lugar y subimos. La llevé a su casa, pensando en que quería seguir jugando, acariciándole los pies y las pantorrillas mientras ella escuchaba música, pero no lo dije nunca, durante todo el trayecto. Nuestra caras de desvelados, de yonquis, de desubicados, de crudos, todo era tan imperfecto que me daban ganas de sonreír. Justo cuando salí de su depa, comenzó la resaca. Pensé que quizá todo había sido una farsa, que necesitaría de las drogas y encontrar a otra persona en plan evasivo de reflexiones internas para que esto volviera a suceder. Aún sigo considerado el volverme un Junkie habitual, de nuevo, como antes. Estaría bien que fuera de ella.

2 Libro de visitas.:

Adrian dijo...

eh, yo ya sé qué película es, mi estimado gael de petatiux ;)

Azul de Rusia dijo...

mmhh, yo también quiero saber, díganme. u_u de todos modos, saludos y abrazos cute.

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